viernes, 5 de julio de 2013

Acerca de las políticas públicas sobre el arte y la cultura


opinión

Después de las denuncias de Lanata sobre las contrataciones artísticas y los subsidios al Cine del Gobierno Nacional, y los comentarios twiteros de Cristina “Artistas haciendo patria, gracias a políticas públicas. Very grosso", surgen las siguientes inquietudes.

El arte tiene una importancia enorme para una comunidad. Permite la expresión individual sin condicionamientos, restricciones o limites de naturaleza moral, social, politica o económica (aunque no siempre ocurra...). La más bella y pura expresión de las personas es a través de sus manifestaciones artísticas. Una comunidad que valora el arte, es una comunidad más libre, respetuosa, tolerante, abierta y dichosa.

Confio que las futuras generaciones la tendrán en un lugar más privilegiado. Lamentablemente, hoy son pocas las personas que se manifiestan a traves del arte, creando, expresando y soñando. Son pocas también las que se emocionan hasta lo más profundo con el arte de los demás. La cantidad de incordios a que nos somete la forma de vida actual, deja poco lugar para un vínculo intenso con el momento presente, requisito para una relación genuina con la cultura. Los Estados pueden hacer mucho para que el arte y la cultura ocupen otro lugar, generando los medios necesarios para que, como autores y espectadores, las personas aprendamos a crear y a disfrutar del arte.

Sin embargo, la infraestructura cultural pública actual en Argentina es lamentable. Es reducida, centralizada y descuidada en la Ciudad de Buenos Aires y casi nula en el país. La Megalomania predomina en las políticas culturales. Todos apuestan a grandes eventos, cuando el principal valor del arte radica en los múltiples pequeños episodios. Es probable que en una sociedad vulnerada y desconcertada, caigan bien las distracciones. Y por lo tanto los megaeventos, grandes conciertos y fenomenales puestas en escena sean aplaudidas. Pero el arte no debe ser una distracción, porque en su esencia radica el disfrute de la vida. No culpemos a los artistas: es común que se sientan atraídos por el reconocimiento del poder y de la plata. Ni siquiera que lo canjeen por el apoyo político a su mecenas. Es parte de la historia de la humanidad.

Lo grave es el ardid que usan los gobiernos para aparentar con la cultura y despilfarrar sus presupuestos. Y esto, de una u otra manera, lo pagamos todos.

Por Gerardo Filippelli
Abogado especializado en derechos de autor y políticas culturales.
Asesor Cultura UCR
Legislatura CABA