opinión
La designación de Carlos Zannini, el consejero político de la Presidente, para acompañar al gobernador Scioli en la fórmula presidencial del oficialismo, es un de golpe de palacio que consagra a una suerte de comisario político encargado de controlar al eventual Presidente.
Este condicionamiento ocurre luego de varios años de confrontación política contra Scioli y del intento de forzarlo a un compromiso a través de unas Paso competitivas. La postulación de Randazzo ha quedado, así, colgada de un pincel. La designación de Zannini vendrá acompañada de un copamiento de las listas legislativas por parte del grupo cristinista.
El experimento pondrá en ruta de colisión dos esquemas de poder: uno, el oficial, y otro el conformado por la mayoría de gobernadores del pejotismo que se ha encolumnado con la candidatura de Scioli con bastante anticipación. Se vislumbra un gobierno bicéfalo que se proyecta a todo el país. Este ‘doble poder’ estará encargado de hacer frente al ‘ajuste’ que reclaman los intereses económicos dominantes.
Asistimos a un cambio de ruta en el sinuoso proceso electoral. La fuga de intendentes que adherían al massismo, así como el debilitamiento electoral que registra el macrismo y la crisis que atraviesa su alianza con la UCR, establecen un contexto de tendencia a la atomización de las candidaturas de la clase dominante. Queda configurado un escenario de crisis de poder en un marco internacional de nuevas quiebras, como lo son Ucrania, Grecia e incluso Puerto Rico.
Denunciamos toda esta política de camarillas y de candidatos sin partidos y contraponemos el desarrollo del Frente de Izquierda como un instrumento que agrupe a los trabajadores y a la juventud sobre bases políticas socialistas.
Jorge Altamira
Pre-Candidato a Presidente