política
Con una "Carta abierta a los compañeros y compañeras peronistas, y a los argentinos que nunca lo fueron, también" Cristina Fernández busca instalarse como candidata a presidir el Partido Justicialista a nivel nacional "Enderezar y ordenar". El Gobernador de la Rioja, Ricardo Quintela busca también presidir el partido.
En la carta hace un recorrido de su militancia dentro del peronismo y señala que nunca vió que "nuestro país en general y el peronismo en particular
vivieran un momento como el actual". Describe el Gobierno de Milei y al presidente como un “showman economista
en la Rosada” y que, aferrado a la teoría del ajuste permanente convocaba a las audiencias
televisivas prometiendo la dolarización “porque el peso es un excremento” y repetía que el
ajuste sólo lo iba a pagar “La Casta”; ha devenido en un espectáculo de mala calidad.
El actor principal no sólo vocifera e insulta desde el escenario en forma cada vez más
agresiva, violenta y soez a todo aquel que exprese una opinión diferente a la suya, sino
que, además, avanza a hachazos sobre jubilados, universidades y hasta hospitales de
salud mental.
Cristina se formula las siguientes preguntas en la carta: ¿Cómo llegamos a este momento inédito? ¿Es solo por el
fracaso de los dos últimos gobiernos democráticos? ¿O es que una parte de nuestra
sociedad está dispuesta a soportar cualquier cosa antes de que gobierne un peronista?
¿Es una casualidad que los únicos dos presidentes con fuerte impronta anti peronista o
anti kirchnerista -como más te guste-, sólo hayan podido llegar a la Casa Rosada a través
del balotaje, como fueron los casos de Macri y Milei?
¿Es el ADN del enfrentamiento que anida en los argentinos, como afirmó un importante
prelado de la iglesia en la procesión a Luján el pasado día sábado?
A partir de esas preguntas en forma de respuesta 6realiza una cronología del desencuentro argentino: peronismo y
anti-peronismo. Liderazgo político y social. Cristina hace un recorte de cuatro tiempos y lo explica así:
1983 – 1989: después de la noche.
Atravesamos la tragedia de la dictadura cívico-militar y su corolario de Malvinas, como el
último episodio de los golpes militares que persiguieron, encarcelaron, torturaron y
desaparecieron a los peronistas para, finalmente, arrasar con los derechos
económicos y sociales de todos los argentinos cualquiera sea su pertenencia
ideológica.
La apertura democrática alumbró con el triunfo arrollador de una fuerza política que,
gracias a la contundencia del resultado electoral por haber obtenido más del 52% de los
votos, fue proclamada al frente del Poder Ejecutivo sin que fuera necesario realizar la
convocatoria del colegio electoral, en un tiempo en que el balotaje aún no existía en nuestra
Constitución.
Esa fuerza interpretó el sentimiento de la sociedad en la post dictadura cívico-militar más
sangrienta de la que se tenga memoria, con la frase “somos la vida, somos la paz”.
Mientras tanto, en las paredes de Buenos Aires algunos compañeros pintaban “somos la
rabia”, como respuesta a aquella consigna.
Las características del triunfo electoral de 1983 generaron un fuerte liderazgo político
y social que daba cuenta de la intención de conformar una nueva fuerza de carácter
transversal. Captando votos característicos del peronismo, propició su primera derrota
electoral en democracia.
Tenemos que entender que, en esa oportunidad, el peronismo no fue derrotado por
una fuerza anti peronista. El testimonio más claro de ello fue el intento de conformar el
“tercer movimiento histórico”, al que eran convocados tanto peronistas como dirigentes
de otras fuerzas políticas. Finalmente, ese gobierno fracasó en el marco de un proceso
económico heredado de la dictadura cívico-militar que no pudo ser controlado y que
terminó con la hiperinflación de 1989 y una desestabilización del ánimo social como nunca
antes había sucedido. (NdR: creemos que no hace mención a la pisición tomada por dirigentes gremiales y del partido que influyeron en la caída del primer gobierno democrático).
1989 – 2001: la convertibilidad o la fantasía de que 1 dólar era igual
a 1 peso.
Ese escenario de desesperación y desesperanza permitió el triunfo del peronismo en 1989,
que llegaba bajo la consigna de la “revolución productiva” y el “salariazo”.
Tras el breve ensayo de diseñar un Gobierno en el que la cartera de economía era confiada
a un representante del principal grupo empresario del país, el ministerio de trabajo a un
sindicalista y el de educación a un miembro de la academia nacional -en una suerte de
remedo de la comunidad organizada-; la llegada de la segunda hiper sepultó los primeros
intentos de estabilización. Fue así que comenzó una nueva etapa en la que el
neoliberalismo, surgido globalmente después de la caída del muro de Berlín, se
impuso bajo el liderazgo político y social del entonces Presidente, en una sociedad
profundamente marcada por la hiperinflación y la amenaza permanente de
levantamientos militares.
La nueva impronta neoliberal se impuso bajo el régimen de la convertibilidad, donde un
peso tenía, por ley, el valor de un dólar. Este
régimen se sostuvo con privatizaciones del patrimonio estatal, creciente endeudamiento y
el surgimiento de una alta desocupación de carácter estructural -como variable de ajuste-
producto del industricidio de esa época.
El peronismo sufrió un fuerte impacto por la aplicación de aquellas políticas. Las
diferencias internas comenzaron a emerger y las discusiones se tradujeron en el
desprendimiento y alejamiento de dirigentes que conformarían nuevas fuerzas políticas y
disputarían poder en el campo electoral para llegar a la Casa Rosada.
En efecto, en 1999 se conformó la fuerza política conocida con el nombre de ALIANZA
que, tras obtener más del 48% de los votos en las elecciones presidenciales de aquel año,
intentó desarrollar la primera experiencia de gobierno de coalición en nuestro país.
Agrupaba numerosos dirigentes de origen peronista, llegando a ocupar uno de ellos el
segundo lugar en el binomio presidencial. Aquel Gobierno había decidido sostener y
continuar con la convertibilidad. Sin embargo, ese régimen terminó estallando en las
manos de su propio creador; las del ex Ministro de Economía del menemismo que
fue convocado para desempeñar ese mismo cargo al final del Gobierno de la
ALIANZA. Pequeñas venganzas que se toma la historia. (NdR: no explica el apoyo de Néstor y Cristina Kirchner a ese proceso).
2001 – 2015. El ciclo virtuoso: Desendeudamiento y movilidad
social ascendente.
El estallido del 2001, con 39 muertos en la Plaza de Mayo y 5 presidentes en una semana,
implosionó a la política en general y al peronismo en particular. En el año 2003 y en un
marco de fragmentación política sin precedentes, concurren a las urnas 3 fórmulas
peronistas. El Presidente neoliberal de los ‘90 alcanzó el primer lugar obteniendo sólo el
24% de los votos, pero renunció a presentarse en el balotaje ante la contundente evidencia
de una derrota aplastante.
En esa situación, quien había resultado segundo en esas elecciones, con el 22% de los
votos -un número muy similar al porcentaje de desocupados-, fue consagrado Presidente
de la Nación. Es así como el peronismo llevaba a Néstor Kirchner a la presidencia e
iniciaba, por primera y única vez desde la sanción de la Ley Sáenz Peña, un ciclo de
tres presidencias consecutivas de una misma fuerza política. Las características de
este período histórico las hemos analizado en los documentos publicados en los últimos
años: desendeudamiento estructural, pago al Fondo Monetario Internacional, recuperación
de la movilidad social ascendente, creación de universidades, desarrollo científico y
tecnológico, recuperación de patrimonio nacional, desarrollo energético, aumento de
presupuesto educativo, equipamiento de la fuerzas armadas, construcción de satélites y
exportación de reactores nucleares, etc.
En este período de gobierno, también se desarrolló en nuestra fuerza política un
fuerte trasvasamiento generacional que muchas veces fue mirado con recelo y
críticas por las viejas guardias peronistas y, en la actualidad, con poca comprensión
por alguno de sus propios protagonistas. Jóvenes que incorporamos en distintas
áreas de la administración del Estado y en bancas legislativas; que hoy ya llegaron a
ser gobernadores, intendentes e intendentas, ministros provinciales, senadores,
diputados, etc.
2015 – 2023. El retroceso: endeudamiento, estigmatización,
persecución y proscripción.
A este ciclo histórico le siguen los dos últimos gobiernos democráticos que tuvimos los
argentinos. El primero de ellos, iniciado en 2015, llegó a la Casa Rosada gracias al
sistema de balotaje, siendo el primer Presidente argentino elegido con este
mecanismo. Fue un gobierno caracterizado por el ejercicio mafioso del poder con
persecución judicial, estigmatización y proscripción al peronismo. Endeudó ferozmente al
país al punto de traer nuevamente al FMI, que llegó con un préstamo de 57 mil millones de
dólares, inédito en la historia de ese organismo. Este gobierno fracasó rotundamente, sin
embargo obtuvo un 40% de los votos en la primera vuelta de las elecciones del 2019, que
fueron ganadas nuevamente por el peronismo con más del 48% de los votos.
En este último gobierno, tal cual lo señalamos en el documento que publicamos el último
6 de septiembre bajo el título “Es la economía bimonetaria, estúpido. Aportes para un
debate argentino.”; el peronismo se torció y se desordenó. El final es el conocido por
todos: el tercio “post pandemia” de Milei más el tercio disminuido del anti peronismo
inclinaron la balanza del balotaje en contra de nuestra fuerza política, incluso a costa
de elegir a un presidente como el que tenemos.
La propuesta de Cristina: "Enderezar y ordenar".
Así las cosas, hoy el peronismo sólo gobierna 5 de las 23 provincias argentinas y
perdió la mayoría en la Cámara de Senadores; siendo esta una situación de pérdida
de representación institucional inédita en el período democrático. Más allá de eso, el
peronismo sigue siendo la fuerza con mayor cantidad de diputados y senadores nacionales
y ello exige, por comprensión histórica y responsabilidad política, su propia reconstrucción
abordando todos y cada una de las nuevas demandas sociales.
Está claro que hay que enderezar lo que se torció y ordenar lo que se desordenó.
Esto plantea la necesidad de crear un ámbito de discusión y participación que hoy
no existe y que su ausencia sólo genera confusión y vacío. No tengo dudas que, en
esta etapa, el partido es el lugar más apropiado para desarrollar el continente que
genere el contenido y que este, además, tenga dirección y objetivos.
Debemos aceptar que nada está grabado en piedra y que todo debe ser repensado y
discutido. En el documento del 6 de septiembre señalamos algunas cuestiones:
modificación de las relaciones laborales y su impacto, nueva estatalidad para un nuevo
Estado, reversión del déficit fiscal y cómo hacerlo, revisión y reforma de la educación
pública, seguridad, modificaciones en la comunicación social, etc.
No solamente eso. Además, vamos a tener que abordar el principal problema del país en el marco de una
economía bimonetaria: su alto nivel de endeudamiento en moneda extranjera.
La carta termina expresando "Quiero decirles que estoy dispuesta, una vez más, a aceptar el desafío de debatir en unidad
porque si algo tengo claro también, es que acá no sobra nadie. Sin embargo, la unidad
necesita dirección y proyecto para construir el mejor peronismo posible en una
Argentina que se ha vuelto imposible para la mayoría de sus habitantes.
Lograr ello no es un objetivo en sí mismo, sino concebir a nuestro partido como el
instrumento que debe dar el primer paso para reagrupar a todas las fuerzas políticas y
sociales detrás de un programa de gobierno que devuelva a esta Argentina sumida
en la crueldad y el odio de los necios, la esperanza y el orgullo de ser argentinos".