sociedad
1 de cada 7 niños y adolescentes presentan cuadros vinculados a problemáticas de salud mental. Causas del agravamiento de este escenario y pautas para tener en cuenta al momento de acompañar a las personas más jóvenes.
En la actualidad, 1 de cada 7 jóvenes de entre 10 y 19 años padece algún trastorno mental a nivel
mundial, según cifras de UNICEF.
En una etapa de la vida marcada por los cambios y las crisis evolutivas, existen además factores
coyunturales (la pandemia de COVID-19, el ejemplo más reciente) y cambios crecientes en los
hábitos diarios que tienen un gran impacto en las personas más jóvenes. La exposición a la
adversidad, la presión social de los pares, la exploración de la propia identidad, la influencia de los
medios de comunicación y la imposición de normas de género también pueden exacerbar la
discrepancia entre la realidad que viven las adolescencias y sus aspiraciones de cara al futuro.
“Las conductas riesgosas que encontramos actualmente con mayor frecuencia en esta franja etaria
son los comportamientos depresivos, los trastornos de ansiedad y el aislamiento. Siguen apareciendo
casos relacionados con el consumo problemático de sustancias y se hacen también más habituales
los síndromes derivados de la exposición constante a las pantallas y los trastornos de la conducta
alimentaria, que se han multiplicado luego de la pandemia”, explica la Dra. Soledad Dawson,
directora de la Maestría en Vínculos y Familias del Instituto Universitario Hospital Italiano de
Buenos Aires (IUHIBA).
Cambios en los hábitos y las claves de época
“Como un desprendimiento de las claves de época, hay problemáticas que han disminuido, como el
TDAH (Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad), y otras que han aumentado y a las
cuales hay que ponerles atención, como los trastornos de la conducta alimentaria y ansiógenos, los
consumos problemáticos de sustancias y alcohol, y síndromes derivados de la exposición constante
a las pantallas y redes sociales”, detalla la profesional del IUHIBA. Asimismo, se han diseminado las
adicciones a los videojuegos y las apuestas online.
Los trastornos relacionados a la alimentación, que incluyen a la bulimia y la anorexia nerviosa,
suelen aparecer durante la adolescencia y se presentan con comportamientos alimentarios
anormales, que se hacen visibles a través de preocupaciones obsesivas por el peso, el control de los
alimentos y la figura corporal.
¿Cómo acompañar desde el rol de padres?
El acompañamiento de los padres durante la adolescencia resulta primordial, al tratarse de una
etapa donde las personas se encuentran más lábiles por estar expuestas a las crisis evolutivas y a los
factores ambientales en función de la adquisición progresiva de autonomía. Por ello, ante la
identificación de síntomas que despiertan alarmas, es importante abordar el caso con cuidado y
evaluar con un profesional si lo que se presenta es un trastorno, un complejo sintomático o
manifestaciones de los estados y crisis esperables del tránsito por esas etapas.
Un punto clave en la relación con los jóvenes es promover el diálogo, con todas las dificultades que
ello presenta: “Se trata de una observación que muy a menudo hago a los padres y a los
profesionales que se quejan del mutismo de los jóvenes que se encuentran ante ellos”, explica
Dawson. “Si el/la adolescente no habla no es porque no quieren comunicar, sino porque no saben
identificar lo que sienten, y mucho menos verbalizarlo. Es así como se ven lanzados a actuar más
que a hablar, su malestar se traduce más por medio de los actos que de las palabras”.
“Lo más importante para lograr el acercamiento es transmitir la preocupación y la implicación
genuina. La relación padres-hijo adolescente no es por ósmosis, no se da naturalmente. Por el
contrario, es necesario construirla, desde el amor, la paciencia, y también desde el respeto mutuo”,
sostiene la Directora de la Maestría en Vínculos y Familias.
Las adolescencias que sufren trastornos mentales son particularmente vulnerables a sufrir exclusión
social, discriminación, problemas de estigmatización que afectan a la disposición a buscar ayuda,
dificultades educativas, comportamientos de riesgo, mala salud física. La falta de abordaje a tiempo
tiene consecuencias que se extienden a la edad adulta, perjudican la salud física y mental de la
persona y restringen sus posibilidades de llevar una vida plena en el futuro.
A su vez, Dawson profundiza sobre el papel que el área de salud debe desempeñar en esta
problemática: “Las intervenciones de promoción de la salud mental de las adolescencias deben estar
orientadas a fortalecer su capacidad para regular sus emociones, potenciar las alternativas a los
comportamientos de riesgo, desarrollar la resiliencia para gestionar situaciones difíciles o adversas y
promover entornos y redes sociales favorables”.
Este tipo de programas requieren un planteamiento que abarque múltiples niveles y varias
plataformas de difusión (medios digitales, entornos de atención médica o social, escuelas, la
comunidad), así como diversas estrategias para llegar a los/as adolescentes.
“Es importante evitar la institcionalización y la medicalización excesiva y, ante la duda, consultar con
un especialista que pueda brindar acompañamiento”, concluye la vocera del Instituto Universitario
Hospital Italiano de Buenos Aires.