opinión
A raíz de las fotos a Luis Alberto Spinetta publicadas en la tapa de la revista Caras del grupo Perfil, se ha suscitado una polémica que centra el eje en la labor de los trabajadores reporteros gráficos. Asimismo, no han sido pocos los que se han dirigido a ARGRA solicitando alguna sanción contra el fotógrafo que realizó esas tomas, porque atentan contra la ética profesional que debería regir nuestra profesión. Muchos de los correos recibidos son conceptuosos para con la Asociación y su trayectoria de defensa de los derechos de sus asociados y los derechos humanos en sentido más amplio. Agradecemos el respeto demostrado y que nos consideren un referente del fotoperiodismo. En particular, agradecemos la carta que nos enviara Rodolfo García, en la que nos requiere una intervención en la polémica con mucho respeto y consideración. ARGRA desea puntualizar públicamente su posición.
A raíz de las fotos a Luis Alberto Spinetta publicadas en la tapa de la revista Caras del grupo Perfil, se ha suscitado una polémica que centra el eje en la labor de los trabajadores reporteros gráficos. Asimismo, no han sido pocos los que se han dirigido a ARGRA solicitando alguna sanción contra el fotógrafo que realizó esas tomas, porque atentan contra la ética profesional que debería regir nuestra profesión. Muchos de los correos recibidos son conceptuosos para con la Asociación y su trayectoria de defensa de los derechos de sus asociados y los derechos humanos en sentido más amplio. Agradecemos el respeto demostrado y que nos consideren un referente del fotoperiodismo. En particular, agradecemos la carta que nos enviara Rodolfo García, en la que nos requiere una intervención en la polémica con mucho respeto y consideración. ARGRA desea puntualizar públicamente su posición.
Rechazamos la pretensión de forzar a ARGRA para que sancione a un asociado, valiéndose de nuestra trayectoria en la defensa de los derechos humanos o en el valor de la obra de Luis Alberto Spinetta. Se argumentó en base al cuidado que éste ha tenido en su relación con la prensa, separando la faz pública de su condición de músico, de la privada. Apreciamos todo esto, pero ni la obra, ni la condición moral de una persona, ni la empatía que nos pueda suscitar pueden ser una medida de sus derechos. Es en otro lugar donde debemos buscar los límites a nuestra tarea profesional.
Se nos pide sancionar al asociado en nombre de la ética profesional que esta Asociación ha consolidado en su ya larga existencia. No abdicamos de ella, ni de los valores en los que se sustenta, porque esta concepción es la que la Asociación tiene y propicia, y no la que quiere imponer a sus asociados. Más allá de las normas sancionatorias de toda asociación civil, no somos y no debemos ser un tribunal de moral ni de ética profesional, ni tenemos reglas y normas bajo las cuales nuestros asociados deben avenirse a encarar su profesión. Propiciamos un periodismo ético, y que nuestros asociados lo practiquen; y que los medios adopten y expliciten sus propias normas de comportamiento; y que la sociedad exija de los periodistas el apego a la verdad y el respeto de valores mínimos, pero no somos iluminados para juzgar el valor ético de las acciones profesionales de los Reporteros Gráficos cuando esas acciones tienen varios condicionamientos.
Creemos en la libertad de prensa, pero entre las dos palabras le otorgamos mayor peso a la palabra libertad. La libertad requiere para su existencia otras dos: autonomía, entendida como dominio de sí, y responsabilidad, que es hacerse cargo de las acciones propias. No podemos afirmar que un dependiente de un medio periodístico se encuentra en condiciones suficientes como para rechazar una orden directa de su empleador, mientras esta sea legal. La ley y la jurisprudencia laboral han señalado reiteradamente el componente alimentario del empleo. Y ninguna ley o reglamentación ha puesto en vigencia plena el derecho a la objeción de conciencia profesional. Esto no ampara a ningún dependiente en la obediencia debida, pero determina y acota sus decisiones de modo drástico. Valga un antecedente por demás curioso, o ilustrativo, porque involucra a la misma empresa que nos ocupa. Cuando el dirigente político Carlos Auyero sufrió un ataque cardíaco en un estudio de televisión, por decisión propia los reporteros gráficos presentes se abstuvieron de tomar fotografías. La editorial Perfil, que tenía allí a un fotógrafo free-lance, elogió públicamente la decisión tomada… PERO nunca más le encargó un nuevo trabajo periodístico al profesional que la tomó. La empresa siempre negó la relación causal entre una conducta y otra, y lamentablemente no podemos contradecirla, porque ante el juicio que le inició el damnificado, prefirieron un acuerdo extrajudicial, que nos privó de que un juez se expidiera sobre este detalle. Pero tal vez este antecedente pese cuando alguien recibe una orden, por más repulsiva que nos pueda parecer.
No podemos afirmar en este caso, que el fotógrafo haya acudido a su tarea con temor y prurito moral, y creemos que tampoco tiene tanta relevancia su subjetividad. Sabemos que la empresa que lo envió, practica un tipo de periodismo que no es de su exclusiva invención o práctica. En rigor, la prensa amarilla existe o coexiste con el periodismo responsable desde siempre y tiene su público consumidor y leal. Que en la Argentina este periodismo sin ética ni principios sea el que impera; que sean sus cultores quienes marcan el menú que se presenta al soberano, explica este episodio mejor que las decisiones personales de los trabajadores de prensa.
Largos años de concentración de medios, de monopolios reales y virtuales, de leyes y gobiernos condescendientes, han moldeado periodistas, medios y consumidores. Allí es, entendemos, donde se debe buscar y explicar la falta de límites éticos que aqueja a nuestra profesión, sin exculpar decisiones personales, pero colocándola en su justo contexto de consecuencia y no causa de una situación que nos avergüenza.
Situación injusta, empobrecedora de nuestra profesión, del periodismo y de la prensa, que entendemos comenzará a revertir con la plena vigencia de la nueva ley de medios. Su implementación integral permitirá el despliegue de otras fuerzas, otros actores, valores y fines, ajenos al reino del mercado y la ganancia a costa de la dignidad ajena, incluyendo la de los propios trabajadores de prensa.
Demás está consignar nuestra solidaridad con Luis Alberto Spinetta y su familia.