opinión
Las vacaciones de verano propician los encuentros y aventuras de pareja, ya que las personas están más relajadas; libres y sin preocupaciones, lo que genera el ambiente para el enamoramiento.
Algunos factores que participan son: · se dispone de más tiempo libre;
· no está el estrés del trabajo;
· actitud positiva para divertirse y disfrutar al máximo;
· predisposición para conocer y entablar relaciones nuevas.
Generalmente, los romances de verano son especiales para las personas que no quieren compromisos y se caracterizan por ser aventuras cortas que no obligan al compromiso; se viven con mucha intensidad y son fugases ya que se terminan cuando finaliza el verano.
Una de las mayores desventajas que generan estas relaciones, es el sufrimiento y la angustia de la persona “que queda pegada o enganchada” en la relación sin tener en cuenta las reglas de juego, es decir, que la relación se termina cuando finalizan las vacaciones.
Los amores de verano tienen mala prensa porque se asocian exclusivamente a la sexualidad; la pasión y el erotismo, en donde el clima es propicio, ya que estimula más las hormonas. En estas relaciones, el sentimiento de afecto se encuentra ausente ya que lo que predomina es el impulso erótico.
Para que la relación prospere va a depender de que las personas tengan los mismos objetivos, es decir, que los dos busquen una relación seria y duradera en el tiempo. Esto significa que una vez, que el estado de enamoramiento comienza a disminuir, surgen los proyectos de pareja y el sentimiento de afecto entre los dos.
Si bien los amores de verano pueden seguir el camino de una relación de pareja, en la realidad vemos que no son los casos que más abundan, ya que la tendencia es que las aventuras de verano comiencen y terminen cuando finalizan las vacaciones, se rompe el encanto y la magia, dando lugar a la realidad que cada uno experimenta en su vida cotidiana.
Psicólogo Santiago Gómez
Director de Decidir Vivir Mejor y del Centro de Psicología Cognitiva
(Matrícula: 15.159)