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Durante la época de fin de año es normal sentirse envuelto en un manojo de emociones, y el 2020 que atravesó la sociedad argentina y el mundo en general, fue un año particularmente difícil. La pandemia por el COVID-19 trajo consigo un elevado nivel de preocupación y miedo que se suman al cansancio y el estrés de un año típico. Desde el Centro de Estudios Especializados en Trastornos de Ansiedad (CEETA), consideran que estos factores funcionaron como un desencadenante para que los casos por ansiedad aumenten considerablemente, sobre todo para quienes están propensos a sufrirla.
La licenciada en Psicología y experta en trastornos de ansiedad, Gabriela Martínez Castro, Directora del CEETA, encuentra que las sensaciones más comunes que experimentan las personas en esta temporada son el cansancio extremo, angustia, desesperación, agotamiento, ansiedad, entre muchas otras, que surgieron de forma más intensa ante el reciente levantamiento de la cuarentena y la posibilidad eminente de una segunda ola de ataque del virus.
El cansancio excesivo se puede deber a la acumulación de las cargas de las distintas responsabilidades y de los roles que las personas ocupan durante todo el año. Esto se ve mayormente reflejado en esta época, ya que son próximas las tan esperadas celebraciones de fin de año, y más adelante las vacaciones.
Es así, que el agotamiento anual, y la euforia o ansiedad que se sufre al acercarse estas fechas, se potencian con el ruido político y económico que se vive. No obstante, todo esto se ve aún más complicado por las condiciones atípicas y nunca vividas para la mayoría de las personas de marzo a esta parte y la aún ansiada vuelta a la “normalidad” que se desconoce cómo será. “Lo nuevo siempre trae incertidumbre y genera ansiedad en todas las personas, ahora lo nuevo es algo nunca vivido antes, no hay experiencias recientes anteriores que sirvan de base para saber cómo será esta “nueva normalidad” que ya está entre nosotros y esto aumenta los umbrales de ansiedad en toda la población”, indican desde el CEETA.
Fue esperable que los repentinos cambios que se atravesaron en tan solo 9 meses desembocaran en un aumento de la ansiedad e incertidumbre por saber qué sucederá en adelante. Es por esto, que la Licenciada considera que “es importante no adelantarse a los eventos que están por suceder. Aunque resulte difícil, lo mejor es estar lo más presentes posibles con la conciencia en el momento que se está viviendo, más allá de las inseguridades que puedan surgir sobre el futuro”.
Adicionalmente a estas preocupaciones, también se encuentran la angustia o frustración de no poder compartir las fiestas con quienes se desee. “Las personas terminan adelantándose al futuro de manera negativa y surge un rebrote del trastorno de ansiedad generalizada'', expresa la licenciada Martínez Castro.
“La preocupación excesiva sobre las diferentes temáticas no se logra controlar, y termina generando sintomatología de tipo física, entre las que se encuentra la taquicardia, dificultades para dormir, problemas gastrointestinales, sensación de mareo, o de estar caminando sobre las nubes, y sudoración. Cuando se mantienen en el tiempo sin un tratamiento apropiado recaen en los ataques de pánico, los cuales son incapacitantes para quienes lo padecen”, agrega.
Cuando los ataques de pánico se repiten se vuelve lo que se denomina un trastorno de pánico.
La Licenciada lo caracteriza como “un temor que se tiene a que una crisis se repita y no se disponga de ayuda, escape o salida, además, el temor a estar solos, o entre mucha gente, a encontrarse encerrados o muy al aire libre. De esta forma, la vida de la persona se va limitando cada vez más y se vuelve de a poco más imposible hacer una vida cotidiana normal. Aquellos que lo padecen necesitan ayuda profesional”.
Desde el CEETA, consideran que la terapia cognitivo conductual es la más adecuada para estos casos. “Es una terapia breve en el tiempo, y muy focalizada en el problema, lo cual la diferencia de las terapias habituales. En ella el paciente tiene el alta en la menor cantidad de meses posible y se busca que recupere la calidad de vida que tenía antes de sufrir el trastorno”, explica Martínez Castro.
Ante la liberación de la cuarentena y la apertura y más actividades sociales, se aconseja continuar con los protocolos para cuidarse unos a otros. La Licenciada considera que, “es importante tener un pensamiento lo más realista posible, cuidarnos y saber que tenemos que ser precavidos”. Por otro lado, la vida social vuelve a jugar un papel importante en las personas, por lo cual aconseja que se eduque e instruya sobre todo los más jóvenes, quienes considera son los que más lo necesitan.
“Las personas entre 15 y 30 años no tienen la personalidad configurada, y básicamente su identidad se forma a través de los lazos sociales. El promover la vida social, especialmente en ellos, es una necesidad básica que le continúa al comer, beber y el abrigo. Es importante también, para el equilibrio de la psiquis de cualquier humano”, continúa. Por otro lado, las personas al aislarse tienden a angustiarse o deprimirse, ya que, como seres sociales, relacionarse con otros es necesario. “Todo es peor cuando estamos solos y mejora cuando estamos acompañados”, reflexiona Martínez Castro.
Considerando el rebrote que se está sufriendo en países de Europa, las probabilidades de que se vuelva a una cuarentena total son bastantes, aunque nada sea seguro. En respuesta a esta posibilidad, la Licenciada considera fundamental diseñar una vida posible teniendo en cuenta los elementos que cada cual tiene. El haber vivido una primera experiencia de lo que se puede avecinar en el 2021, sirve para que se puedan modificar y mejorar aquellas cosas que se pueden controlar, entre ellas menciona “el tener una buena conexión, dividir las tareas, tener un momento de cada uno, para leer un libro o hacer gimnasia. Estos son factores que ayudan a tener un buen ánimo, y el relacionarse con otros también, ya que, los lazos afectivos son una fuente de tranquilidad importante”, concluye la experta en trastornos de ansiedad. Consulte siempre un médico.