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La Floralis Genérica, uno de los monumentos emblemáticos de la Ciudad de Buenos Aires, volvió a funcionar en todo su esplendor, tras un largo y complejo trabajo de reparación que tomó más de seis meses.
En el acto de reinauguración, estuvieron presentes el Jefe de Gabinete porteño, Horacio Rodríguez Larreta, el senador porteño, Diego Santilli y el ministro de Ambiente y Espacio Público, Edgardo Cenzon. Durante la celebración hubo un espectáculo de luces y un recital en vivo de Juan Carlos Baglietto y Lito Vitale.
Los trabajos de reparación comenzaron en septiembre del año pasado, con el aporte económico de 4 millones de pesos por parte de la empresa OCA. Además contribuyeron Philips, que ofreció las nuevas luces LED, BGH, que brindó los sensores y la Universidad Tecnológica Nacional (UTN), que aportó asesoramiento técnico. La estructura metálica de 22 metros de altura y 24 toneladas de peso de la Floralis corona la Plaza Naciones Unidas.
La Floralis Genérica funcionó brevemente, luego de su inauguración en 2002, hasta que el mecanismo se rompió debido a que uno de los pétalos fue vencido por los vientos de una fuerte sudestada, lo que provocó la descompensación de toda la estructura. Desde entonces, los intentos de reparación fueron infructuosos debido a que la empresa que la había construido, la firma Lockheed Martin Aircraft, se fue del país, sin dejar planos. El diseñador y donante de la monumental escultura, el arquitecto Eduardo Catalano, falleció, por lo que tampoco fue posible acceder a la información de respaldo que tenía en su poder.
El año pasado, con el apoyo de las empresas OCA, BGH, Phillips y el soporte técnico de los ingenieros de la UTN, fue posible reconstruir el diseño original, reparar el mecanismo y corregir las fallas de calibrado de la estructura que la hacían vulnerable a los vientos fuertes.
Los trabajos incluyeron el arreglo del pistón subterráneo, lo que permite que los pétalos se abran y alcancen un diámetro de 32 metros; así como de los motores de la fuente que rodea la escultura. Se realizó el apuntalamiento preventivo de uno de los seis pétalos, que pesan 4.000 kilos y tienen 23 metros de altura.
También se arreglaron los sensores de viento (anemómetros) que hacen que los pétalos se cierren cuando hay mucho viento, ya que si permanecen abiertos se quiebran ante la resistencia que oponen. Y lo mismo ocurre con la lluvia: si los pétalos no se cierran, el peso del agua los va dañando. Por último, se reforzaron las estructuras que componen los pétalos con placas de aluminio y soldaduras, para que puedan soportar fuertes tormentas.
Adicionalmente a los sensores propios de la escultura, su operación y sala de máquinas estará conectado a la Red de Sensores Hidrometeorológicos y el Sistema de Alertas Tempranas de la Ciudad de Buenos Aires, controlados por la Dirección General de Red Pluvial. De esta manera, además del control automático del monumento se podrá operar el cierre preventivamente en caso de un evento climático extraordinario.