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Oscar Sadovoy tiene 80 años y con su hijo Daniel participa como voluntario del programa Lebaker de AMIA, una iniciativa que ayuda a aliviar la soledad de las personas mayores mediante llamados telefónicos que reciben de manera periódica.
“Me reconforta observar que mi llamada provoca una reacción favorable. Esta experiencia me agrada porque hago una acción solidaria y además ocupo mis horas en algo que despertó en mí un costado que tiene que ver con sentir mayor empatía por los demás”, asegura Oscar.
Como voluntarios de AMIA, padre e hijo están organizados y se dividen las tareas. Mientras Oscar se ocupa de hacer los llamados y mantener conversaciones positivas, de acompañamiento y cercanía, Daniel es el encargado de relevar las necesidades que lee de las anotaciones que realiza Oscar y comunicarlas al área de Voluntariado.
“Orgullo” es la palabra que Daniel elige para describir lo que siente por lo que está haciendo su papá. “Admiro ver a una persona de 80 años queriendo seguir aprendiendo a desplegar cualidades suyas que están ahí, en su ser. Me genera mucho aprendizaje interactuar con mi viejo y ver su empuje para seguir cultivando vínculos”, señala.
Cuando la cuarentena llegue a su fin, Oscar espera seguir manteniendo el contacto con algunas de las personas que conoció por teléfono, y con quien dice estar compartiendo “momentos muy enriquecedores”. “Siento que al escuchar a cada persona me convierto en un ser humano solidario y generoso. Me maravilla contribuir al alivio de la soledad de los que están aislados”, reconoce.
La idea de hacer algo juntos por los demás surgió en las conversaciones que padre e hijo mantuvieron cuando viajaron en febrero a Rosario. Con el inicio de la cuarentena, el proyecto se convirtió en realidad y tiene hasta fecha exacta de lanzamiento: el 20 de marzo pasado. Ese día, Oscar celebraba el aniversario del día en que conoció a su mujer Sara, madre de sus hijos Gustavo y Daniel.
“Ese día, Dani me preguntó si estaba dispuesto a llamar a personas de su conocimiento (familiares de amigos, gente cercana) para darles una compañía telefónica en estos tiempos tan especiales”, cuenta Oscar. “Le dije que sí y así fue como comencé a vincularme con quienes comenzaron a atender mis llamados”.
Pero la historia no quedó ahí. A los pocos días, Daniel se enteró por las redes sociales que el área de Voluntariado de AMIA estaba convocando a personas para hacer llamados a gente mayor. “Fue una coincidencia extraordinaria que me hizo sentir feliz y agradecido”, indica Oscar.
Así fue como padre e hijo se anotaron como voluntarios de la institución. Y así fue como Catalina, Marta, Ofelia, Lito, Benita, entre otras muchas personas, comenzaron a dialogar con un padre que se siente feliz de compartir una tarea solidaria con su hijo.
Oscar y Daniel concluyen con un mensaje que inspira y motiva: “Sabemos que muchos padres podrían tener una experiencia similar. Les diríamos que se animen a hacerlo. Es algo muy enriquecedor”.