opinión
En el mundo de la política, muchos actores desarrollan estrategias para confundir a los demás. Confundir a otros políticos, a la prensa, a los votantes. Ciertas veces, los poderes instituidos desde tiempos inmemoriales sienten temor ante los procesos nuevos que los desafían, que crecen al ritmo del esfuerzo humano, tienen la alegría de entusiasmo, la fuerza de la renovación y la valentía de quienes se saben en el buen camino.
El poder político en San Isidro tiene virtudes y vicios. Como es natural en un proceso con demasiados años en el poder, maniobran uno de los municipios con mayor potencial del país en “piloto automático”.
Ningún proceso político, hasta el advenimiento de Agrupación Ciudadana, había crecido lo suficiente como para comprometer lo que el possismo vive como “heredado”. Esa herencia de un gran hombre que construyó un municipio mejor, manteniendo contacto genuino y directo con sus ciudadanos, que luego dejó en manos de una administración que no tuvo que luchar por ello ni ganárselo, y que por consiguiente, derivó en una cultura interna de “hacer la plancha”.
Ese poder se siente hoy amenazado. Para defenderse miente, a veces total y a veces parcialmente, al relatar los acontecimientos políticos que suceden en San Isidro.
Circulan versiones, entre los vecinos, el poder político y la prensa, que aseguran que el possismo me ofreció la candidatura condicionada a Intendente para reemplazarlo, y que recibió una respuesta afirmativa de mi parte. También se interpreta que “fui comprado” por el possismo, incluso que represento una especie de “Plan B” de Gustavo para no perder el distrito, en virtud de las ofertas con que el reordenado radicalismo provincial tienta al actual Intendente de San Isidro.
Mi intención es aclarar estas versiones, y contar “la otra parte de la verdad”.
Es cierto que el oficialismo me hizo una propuesta para ser candidato condicionado a Intendente. Pero es mentira que la acepté.
El objetivo de mi construcción política no tiene que ver con ganarle a Gustavo Posse, sino con proponerle a la población una renovación política superadora, con fuerza, con entusiasmo creador, con dialogo con los vecinos, con una visión de futuro, con un plan de desarrollar a San Isidro devolviéndole la iniciativa y las ganas de avanzar.
Todos los días camino por las calles de San Isidro, tocando timbre a los vecinos para charlar con ellos, y esto es lo que me señalan: que estamos bajo una administración que se aburrió y aburrió, que perdió interés y que se dedica a “flotar” sin tener un espíritu de crecimiento.
Mi concepción de “ser representante” tiene que ver con eso. No con hacer solo lo que uno desea, por más que tenga convicciones y una visión para San Isidro, sino con escuchar a los vecinos y generar los cambios que ellos necesitan y proponen.
Por eso mi negativa al ofrecimiento.
Hay aspectos para rescatar de las gestiones de Melchor y Gustavo, pero también hay mucho para recuperar, y mucho para proyectar un San Isidro que vuelva a ser un municipio modelo, sensible frente a la voz de la gente, pujante en transformarse a si mismo, tecnológico de vanguardia, decididamente ecológico, amigable con la tercera edad y los discapacitados, proactivo respecto de la seguridad de los ciudadanos, con un plan para ordenar el tránsito, responsable de sus desechos hogareños e industriales, participativo para con las entidades barriales, con desarrollo deportivo, educacional y cultural, hermanado con otras ciudades de la argentina y el mundo, con cloacas para todos los habitantes, esforzado en la recuperación de los espacios públicos y la ribera, con los tres pisos ociosos del Hospital de San Isidro funcionando, y tantas ideas más.
Voy a seguir en este camino de construcción, que no es el de opositor ciego, ni del oficialista encubierto, sino que se trata de valorar lo hecho hasta ahora, escuchar la voz de los vecinos que quieren un municipio pujante, y proponer una renovación con visión de futuro.
Cordialmente,
Pablo Chamatrópulos
Concejal por San Isidro y candidato a Intendente 2011
