opinión
La Reina consorte en debate |
Los valores y las costumbres que tiñen y modelan la idiosincrasia de una sociedad reciben influencia de necesidades, de hitos y circunstancias que tienen una marca significativa para la misma. Ocurre con eventos como guerras, desastres naturales, crisis económicas y políticas, pero también con hechos culturales y espirituales protagonizados por miembros de dichas comunidades.
Las naciones vienen resaltando hazañas deportivas, premios Nobel, escritores, cineastas y otras con fuerte impacto mediático. Nuestro país no es ajeno a estos avatares, destacándose los lauros de Messi, la reciente asunción del Papa Francisco, y ahora la coronación de Máxima como Reina de Holanda. Cada uno de ellos resalta condiciones, valores y modelos de lo nuestro, de los que siendo argentinos podemos sentirnos orgullosos y se transforma a su vez en un espejo en el que vernos reflejados. La mirada de los otros significativos se posa también sobre una sociedad capaz de producir esas cualidades. Habilita asimismo la proyección de íconos y de ideales para las generaciones más jóvenes.
En el caso particular de Máxima, su casamiento y posterior coronación en el trono de Holanda retoma, en momentos de cambio para los paradigmas de género, viejos anhelos. Casarse con un príncipe es el destino soñado, que ya desde los cuentos infantiles se prodiga a las jóvenes mujeres. El mejor, el más alto, y generalmente con categoría de sueño,…incumplible.
A través del mismo madres y padres proyectan su más primitivo y puro narcisismo sobre los hijos. La majestad del bebé que alberga las mejores cualidades, recibe el trato único y especial, los mimos más preciados. Vivimos en una sociedad donde la mujer compite casi a la par de los hombres en muchísimos terrenos que antes le estaban vedados, donde su cada vez mayor independencia económica y su libertad sexual han transformado las relaciones y costumbres de género. Donde la madre/mujer abnegada y sacrificial confronta con esta versión moderna. En este contexto la argentina Máxima, devenida Reina provocó enorme curiosidad y un cosquilleo interior en muchas congéneres al compás de “si ella pudo, por qué no podré lograrlo yo?”
Modificará esto los mandatos y expectativas sociales de las jóvenes mujeres? Funcionará como espejo?
Dr . Ricardo A., Rubinstein
Médico psicoanalista