opinión
Desde las pantallas de televisión, especialmente en los entretiempos del "Fùtbol para Todos", algunos actores y otras figuras mediáticas apelan a nuestro corazón y nos piden que no seamos egoístas y renunciemos a los subsidios. Nos recuerdan que usamos el agua para llenar las piletas de nuestras lujosas casas en los countries o para lavar nuestras suntuarias 4 x 4. Es raro, porque la enorme mayoría de los argentinos no vive en barrios privados ni tiene 4 x 4. Además, estos personajes usados por el gobierno nacional recitan un libreto que -aunque tal vez muchos de ellos no lo sepan- es de un extraordinario cinismo.
Somos los críticos de este gobierno quienes desde hace muchos años venimos denunciando esta situación absurda de los subsidios. Los "subsidios para todos" han sido una medida regresiva socialmente y un estímulo al despilfarro de una magnitud difícil de concebir. En buena hora si finalmente las autoridades nacionales se dieron cuenta de esto, aunque sea presionadas por el agotamiento de la "caja" y, desde luego, bajo el amparo del blindaje político que le confiere el 54 % de los votos obtenidos en los últimos comicios.
Con el fin de la fiesta - que hemos venido anticipando desde esta columna - llegó el momento de pagarla y no hay fondos. El estrafalario “modelo” se quedó sin recursos. Entonces hay que inventar un nuevo tributo para sostenerlo, aunque se lo enmascare bajo el eufemismo “eliminación de un subsidio”. Pero no se entiende por qué -como cualquier persona sensata lo recomendaba- esta eliminación de subsidios no se hizo desde hace mucho tiempo y en forma gradual.
Cuando las decisiones políticas no se toman por virtud, se deben adoptar por necesidad y ahora la urgencia obedece a paliar el abultado déficit de la balanza comercial energética, que se llevó en estos dos últimos años us$ 14.000 millones y promete arrasar con otros us$ 13,000 en 2012, conforme las previsiones presupuestarias del gobierno para el ejercicio del año venidero.
¡Y pensar que, durante más de dos décadas, la Argentina tuvo superávit en esta materia, gracias a su autoabastecimiento energético y a las exportaciones de petróleo y sus derivados!
Ahora bien, la promoción de las renuncias es ridícula. Lo que se pretende es transferir a los habitantes el peso de decisiones que corresponde adoptar a los funcionarios públicos; en rigor, le correspondería al Congreso Nacional, pero ya sabemos que en materia presupuestaria, tributaria y de asignación de recursos, el poder legislativo es para el kirchnerismo cartón pintado.
Es el gobierno el que debe resolver esta cuestión. Puede eliminar totalmente los subsidios o puede establecer ciertas categorías de personas que los mantendrán total o parcialmente. Esta clasificación puede hacerse conforme a diversos criterios (nivel de ingresos, área de residencia, etc.), siempre que sean razonables. Pero la decisión es indelegablemente estatal. ¿Porqué el Sr. José González, que no vive en Nordelta sino en un departamentito de dos ambientes en La Paternal y trabaja como mozo en un bar del centro renunciará, conmovido por el ruego de Hugo Arana, a un subsidio que su vecino, Juan Rodríguez, que presumiblemente gana más porque va a su oficina vestido de traje, no resignará? ¿Y por qué habría de renunciar Ricardo Pérez, a quien la AFIP le comunicó, cuando quiso adquirir 200 dólares, que no estaba "validado", es decir, que no tenía la capacidad económica como para hacerlo?
El kirchnerismo es reacio a las reglas generales. Prefiere los casos individuales, sin normas, sin actos administrativos, sin criterios explicitados, en los que el método Moreno se desarrolla libre de toda traba legal. Al fin y al cabo, la legalidad no es más que otro mito burgués y neoliberal, como lo demostrará también el siempre ubicuo Pacho O`Donnell al frente del instituto desde el que nos revelará todo lo que “los malos” se empeñaron en ocultarnos por dos siglos.
La "misce en scéne" de las renuncias ha sido otro culebrón kirchnerista. Campaña de autopromoción, como acertadamente la definió Beatriz Sarlo. En el registro consta que el heroísmo de la primera renuncia es de la Sra. Cristina Fernández, a la que sigue, en esta cruzada patriótica, todo su gabinete. Así, la Primera Renunciante da otra vez el ejemplo. Es una lástima que no renuncie a la propaganda personal que sufragamos todos los argentinos en "Fútbol para Todos". El país se ahorraría bastante más que con las eliminaciones de los subsidios.
El autor es abogado y periodista