opinión
No habría habido golpe de Estado en el 76 sin Triple A, sin el asesinato de Rucci y de otros, sin la guerrilla durante un gobierno democrático, sin decreto presidencial ordenando su aniquilación. No habría golpe sin golpistas, civiles y militares, argentinos y extranjeros. Antes y después hubo perseguidos, exiliados, secuestrados, torturados, asesinados; todas víctimas, que no es lo mismo que decir héroes. Y hubo “transa” entre la cúpula montonera y jerarcas del “Proceso”.
Sufrimos censura, desinformación y la propaganda propia de las dictaduras. Mirábamos para otro lado, pero un puñado de mujeres con pañuelos reclamaba la verdad al poder militar. Muchos callaban, pocos fundaban la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos. Desde diciembre de 1983 fuimos el único país de Latinoamérica que recuperó la democracia sin pactar con los militares. Eso permitió que se juzgara y condenara a los máximos responsables. Recordamos el 24 de marzo para no repetir esa macabra historia. Nunca más golpes de Estado, ni violencia política, ni represión a las manifestaciones populares.
Y a no confundir: cuestionar, reclamar, protestar no es ser golpista. Golpista es quien ve en su propio pueblo al enemigo.
Por Ricardo Fuentes