opinión
Hace unos días un amigo me recomendó la lectura de esta nota de Adriana Puiggrós, en la que intenta explicar causas de los últimos acontecimientos en Chile. Desde ese día vengo pensando sobre las reacciones de nuestro “progresismo vernáculo” frente a los últimos sucesos mundiales: “Revolución de los jazmines” en Túnez, “Revolución de los jóvenes” en Egipto, “Movimiento de los indignados” en España y otros países de Europa, las nutridas manifestaciones del EuroMayday 2011 o el llamado a la desobediencia civil “Den plirono” en Grecia.
Una posible respuesta, en forma de tweet, me llegó de @gabrielpalumbo el Lunes 8 de agosto a las 9.09 de la mañana. Las líneas que siguen intentarán desarrollar mi incompleta y parcial mirada, entre las muchas y más calificadas, que con seguridad será menos efectiva que la lograda síntesis, en menos de 140 caracteres de Gabriel. Desde hace casi 200 años, con la aparición de Marx venimos manejando categorías como “proletariado”, “burguesía”, “lucha de clases” para poder explicar ciertos comportamientos de la sociedad. Acalladas o desplazadas durante un tiempo es posible que hoy hablemos de ellas casi sin nombrarlas…
Algunos, los defensores del “orden establecido” temían con cada nuevo rol protagónico que el proletariado alcanzaba en momentos de crisis del capitalismo y de fenómenos revolucionarios. Momentos de “épica”… (otro tweet robado a Gabriel). El proletario era, para describirlo en clave argentina de mitad del siglo XX, un trabajador industrial, con empleo estable, casi con seguridad, durante toda su vida laboral y en una misma empresa, viviendo en barrio obrero construido muchas veces por la propia empresa, miembro activo del sindicato “único”, con afiliación complementaria a algún partido político (posiblemente el peronismo). Orgulloso del movimiento obrero del cual se sentía parte, por historia de luchas y victorias que constituían "un sólido relato".
Hoy cuando se describe la convulsión política y social que recorre al mundo una cosa es clara: detrás parece no haber ni proletarios, ni partidos relacionados que representen a este sector. Pero entonces, ¿quiénes son? Hace unos días cayó en mis manos una nota del periódico The Guardian del 1 de junio de 2011, en la que Guy Standing, presidente honorario de BIEN (Basic Income Earth Network) y autor de The Precariat – The New Dangerous Class, ensaya una teoría muy interesante. Este profesor inglés de la Universidad de Bath denomina a estos nuevos protagonistas "los precarios": grupo con diferencias sustanciales con aquellos "proletarios" de mitad del s.XX. Los precarios son una multitud (al igual que el viejo proletariado) pero su principal característica es la inseguridad en la que viven. Tienen trabajos de corto plazo, entrando y saliendo constantemente de las mediciones del desempleo. Son jóvenes, bien educados, con estudios que sus antecesores "proletarios" (abuelos y bisabuelos) no habrían soñado alcanzar. Pero, poseen una frustración: la incumplida e insatisfecha promesa de que con una mayor educación lograrían estabilidad y buenos ingresos… Sumándole algo peor: muchos perciben que la promesa nunca va a ser cumplida. Tienen posiblemente relaciones estrechas con grandes empresas a cuya producción contribuyen, pero no como trabajadores “en relación de dependencia”, sino como "tercerizados” o “externos" en ocupaciones dadas por subcontratistas. Entre tanto, el mismo capitalismo que los "terceriza" los encadena a través de créditos para el consumo, tarjetas de crédito o en algunos casos préstamos inmobiliarios con la estabilidad y permanencia que no poseen sus trabajos… Resultado: profundización de la inseguridad y la angustia. No tienen sindicatos y detestan a los partidos políticos. Piensan a la política como “un juego de otros” donde no hay un lugar para ellos. Han vivenciado que en un mundo globalizado, donde una crisis financiera sucede a la otra, ellos serán las primeras víctimas. Primero el despido, luego el acoso de “call centers” (también tercerizados) buscando que paguen deudas que con generosidad extrema fueran ofrecidas en días de mayor prosperidad.
Parafraseando a Standing “el precariado global no es todavía una clase en el sentido marxiano, al encontrarse internamente dividido y unido únicamente por sus temores e inseguridades”. Pero es sin dudas una clase en formación, acercándose a la conciencia de “vulnerabilidad común”.
Túnez. Egipto. España. Grecia. Mientras escribo esto “emerge” Londres. Presiento que las manifestaciones de estudiantes chilenos (con sus “marcas de territorialidad”) también podrían ser encuadradas en estas mismas lógicas de Guy Standing.
Y la Argentina no está exenta. Algunos números así lo demuestran. Después de casi una década de crecimiento sostenido tenemos la misma cantidad de obreros industriales que en el año 2004, el trabajo en negro sigue cerca del 40%, donde el eslabón más débil siguen siendo jóvenes y mujeres, con porcentajes todavía más elevados. La tasa de pobreza real según el Barómetro de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina llega al 30%, en aumento desde el año 2007, superando el 45% en algunas provincias del Norte. 900.000 jóvenes de todo el país en la generación “Ni-Ni” (ni estudian, ni trabajan), según estadísticas de la Cepal y la OEI. Es más: en la Argentina de hoy se puede tener trabajo y estar considerado en ese 30% de pobres…
Los “progresistas”, aunque inercialmente sigan autodefiniéndose como tales, han olvidado un principio básico: todo movimiento que se precie de progresista debe ser construido sobre las necesidades y aspiraciones de una clase emergente. Y hoy tranquilamente podría ser el precariado.
Pero así como en el Reino Unido no fueron los "tories", ni los "lib dems" los que bloquearon la directiva de la Unión Europea destinada a conceder iguales derechos a los trabajadores temporales, en Argentina no son los “neoliberales noventistas”, los que aplican políticas cercanas a la “Trikle down effect”, pero estatal (soja mediante), multiplican el formato del “plan social” y el subsidio “cruzado”, crean los “tercerizados” en empresas nuevamente estatizadas o niegan el problema “estructural” del trabajo en negro.
Bajo la mirada de este autor, el “progresismo” (también el "nativo, doméstico y comarcal" argentino) no entiende la crisis y continua "aherrojado" a un mundo ya casi inexistente. Por el contrario, una nueva agenda progresista -la historia así lo demuestra- debería contener un fundamento de clase, mirar adelante, no ser atávica, ser igualitaria en su núcleo central y responder a la clase que está surgiendo.
Para cerrar, en palabras del propio Guy Standing, “lo que hace falta es una reinvención de la trinidad progresista de igualdad, libertad y fraternidad. La política del paraíso se erigirá sobre el respeto a los principios de seguridad económica y de todas las formas de trabajo y ocio, más que en el adusto laboralismo de la sociedad industrial”. Los “precarios” lo entienden. La política en Argentina debería tener que abrir ojos y oídos…
Por Flavio Luis Buccino
Ex director de la Comisión de Educación de la Legislatura Ciudad de Buenos Aires