domingo, 30 de septiembre de 2012
Triste periplo de papelones y mentiras
opinión
La televisión argentina le ha infligido una severa lesión a la investidura presidencial. Ha exhibido, sin cortes, sendas presentaciones de la señora de Kirchner ante grupos de alumnos de las Universidades de Georgetown y de Harvard. Hay que pensar que en el caso de la cadena hegemónica del oficialismo el daño no fue deliberado, pero revela una grave negligencia, que es inexcusable si se tiene en cuenta el generoso presupuesto que el gobierno nacional destina para disponer de medios adocenados.
Los papelones en ambos cenáculos universitarios fueron colosales. Se explica ahora por qué la presidente se niega a responder preguntas: no está en condiciones de superar el interrogatorio más liviano. Excede la extensión de esta columna hacer el inventario de las mentiras evidentes, los divagues más desopilantes, las "gaffes" que dejan en evidencia la ignorancia, la confusión conceptual y la peligrosa desorientación de nuestra primera mandataria.
Lo que torna aún más grotescas todas esas falencias es la absurda pretensión académica de un Jefe de Estado extranjero que procura develarles a los propios estadounidenses arcanos de la historia y la realidad de su país nunca conocidos, como que George Washington, héroe de la Independencia y primer presidente de los Estados Unidos, derrotó en la Guerra de Secesión, más de seis décadas luego de su muerte, al General Robert E. Lee. O que son muy ingenuos si creen que la inflación de ese país es del 2 % , imaginando que en la principal potencia del orbe hay también un Licenciado Moreno que dibuja las estadísticas y sanciona a los que opinan distinto. Al señalar que dialoga cotidianamente con el periodismo y que no da conferencias de prensa porque los periodistas gritan y patalean, no sólo incurre en una falsedad monumental, sino que deja ante un auditorio foráneo una pésima imagen de su país. Ese resonante traspié se suma a su confusa intervención en la Asamblea de las Naciones Unidas, en la que quiso desviar con un ataque de cuño nacionalista a la presidente del FMI (que se llama Lagarde, y no Legardé) el tema de la impúdica falsificación de las estadísticas públicas de la Argentina, que ya lleva unos cinco años.
Este nuevo capítulo de los viajes de Cristina por los EEUU es la continuación de una saga de episodios, cuyo tramo anterior tuvo lugar en junio pasado en Baja California, donde participó de la cumbre del G 20, que reúne a los países más ricos del mundo...y a la Argentina. En dicho cónclave, la señora no desaprovechó la oportunidad de aleccionar a los líderes mundiales sobre el modo en que debían enfrentar la crisis, que era, casualmente, copiando el modelo kirchnerista. No sabemos si en conversaciones privadas con los mandatarios presentes los instruyó sobre cómo destruir el organismo que elabora los registros y datos oficiales, pero en ese aspecto seguramente la Argentina cuenta con una considerable ventaja respecto de gobiernos más ingenuos, que aún creen que la realidad es lo que existe y no lo que desde el poder se diseña. En esta nueva presentación en la principal potencia mundial, le añadió a sus dotes de catedrática en materia gubernamental, una fuerte impronta de cinismo, al hacer gala de una impudencia y una descarada obscenidad a la hora de mentir o de defender acciones de su gestión que son francamente repudiables.
Si el periplo norteamericano fue concebido para levantar la alicaída popularidad de la señora de Kirchner, no ha servido más que para confirmar los cada día más generalizados temores sobre su capacidad para sostener el timón de la República. Mientras esto ocurre en el hemisferio norte, por unos cuantos días preside la Argentina Amado Boudou, quien no ha debido tomar grandes decisiones. Su presidencia transcurre sin mayores anuncios, sin inauguraciones y sin cadena nacional: lo que se dice un auténtico repúblico.
Por Jorge R. Enríquez Abogado y periodista