opinión
La desclasificación de los secretos de Estado debe estar regida por normas objetivas, precisas y automáticas. Es lo que ocurre, por ejemplo, en los Estados Unidos, donde tales secretos quedan –salvo casos especiales previstos por la ley—automáticamente desclasificados a los 25 años.
Si una norma igual rigiera en la Argentina, el informe Rattenbach habría visto la luz pública en 2007.
En 2003 presenté un proyecto de ley que planteaba precisamente eso: la transitoriedad preestablecida de los decretos secretos y las disposiciones de la Secretaría de Inteligencia. La iniciativa fue rechazada por la mayoría oficialista de la Comisión Bicameral de Fiscalización de los Organismos y Actividades de Inteligencia. Solicité entonces una entrevista con el entonces Jefe de Gabinete, Alberto Fernández, quien me recibió en la Casa Rosada y prestó atención a mi reclamo: el apoyo del Poder Ejecutivo para terminar con los secretos sin fecha de vencimiento o a la desclasificación selectiva y arbitraria.
Es una buena noticia que, después de 30 años, se dé a conocer el informe Rattenbach, que ya debería haber estado en el dominio público.
No es bueno, en cambio, que se cree un suspenso, anunciando que se lo dará a conocer pero dentro de un mes, luego de que una comisión ad hoc evalúe, eventualmente, si se lo difundirá completo o no.
Debió haberse dotado, al decreto que inicia este procedimiento, la discreción pertinente. La presentación pública tenía que hacerse recién al momento de revelarse el informe a la opinión pública.
En cuanto a la forma, debe tenerse presente que los asuntos relativos a la seguridad nacional y las relaciones exteriores no pueden ser objeto de discursos improvisados.
El anuncio sobre la próxima difusión del informe Rattenbach, así como la decisión de llevar el caso Malvinas al Consejo de Seguridad y la Asamblea de las Naciones Unidas –que son decisiones correctas— requerían una sobriedad acorde con la delicadeza de temas tan delicados.
Con relación a Malvinas, la escalada verbal –iniciada por el Primer Británico y replicada aquí- constituye un peligro que ambos gobiernos deben evitar. Los agravios recíprocos son incongruentes con el diálogo que, acertadamente, volvió a reclamar la Señora de Kirchner.
Por Rodolfo Terragno
Por Rodolfo Terragno