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Lejos de los estadios profesionales, el brillo de los reflectores y los prolijos campos de juego, existe un fútbol particular que se juega en callejones, calles paralelas y canchas de cemento. Allí, gente común y corriente juega partidos improvisados y mete goles con pedazos de piedra, cascos de construcción o botellas de gaseosa, delimitando el área de juego con simples líneas en la arena o rayones en el pavimento.
El domingo 2 de enero a las 21:00 de Argentina, Discovery Channel estrena, sin cortes comerciales, FÚTBOL DE CALLE, un documental sobre este fascinante fenómeno.
Cada país tiene un nombre diferente para este tipo de fútbol. En Brasil se lo conoce como “pelada”, que literalmente significa “desnuda” y es un término que ilustra la naturaleza de un juego desprovisto de adornos y llevado a su verdadera esencia. En los Estados Unidos se lo llama “soccer de levantón”. En Trinidad, "una sudadita” y en Inglaterra "unas patadas." Es la versión del juego al que puede acceder cualquier persona en cualquier lugar.
FÚTBOL DE CALLE sigue a Luke y Gwendolyn, dos ex-estrellas del fútbol colegial de Estados Unidos que no consiguieron llegar a la liga profesional. Al conocerse en el campo de juego, Luke trabajaba en una empresa de anuncios y Gwendolyn sobrevivía gracias a una beca para escritores. No obstante, por las noches ambos vivían su verdadera pasión jugando partidos de 1 contra 1 en el estacionamiento ubicado debajo de su apartamento.
Un buen día renunciaron a sus trabajos e iniciaron una travesía por veinte países del mundo buscando entender un fenómeno global que trasciende género, raza, religión y clase. El programa documenta sus experiencias a lo largo de un año en un viaje repleto de historias propias y ajenas.
En Bolivia, por medio de sobornos, logran adentrarse en la más popular prisión masculina, donde se trafica cocaína, la gente es recluida sin juicio y los juegos de fútbol se celebran constantemente en una única cancha. Uno de los prisioneros afirma: “Aquí nadie tiene nada. Jugar es nuestra vida.” En Kenia, visitan Mathare, el barrio marginal más antiguo de África, en donde los jugadores apuestan 20 shillings en los juegos de cada sábado. La cancha, un antiguo basurero, se encuentra ubicada justo en el centro del barrio y todos asisten a ver el juego. Un fabricante de licor barato afirma que allí “todo mundo cree que eres un borracho más, pero cuando entras al campo de juego es probable que escuches a la gente decir: Vaya, ese tipo sí que sabe jugar”.
Su última parada, Irán, es tal vez su prueba más difícil. Cuando Luke se presenta en una cancha en el centro de Teherán y pregunta en un mal Farsi: “¿puedo jugar con ustedes?”, los iraníes le dan la bienvenida al campo de juego con las palmas de las manos abiertas. Luke señala con un dedo sobre su hombro a Gwendolyn y pregunta tímidamente: “¿puede jugar también?”.
Para Luke y Gwendolyn el juego es su boleto de acceso y lo que les permite superar las diferencias de cultura, experiencia e idioma que van encontrando en el camino. El gran poder del fútbol y su capacidad de generar intimidad entre extraños, es particularmente notorio en las canchas informales.
Desde los hombres de negocios que juegan en las azoteas de Tokio, hasta las mujeres que pastorean llamas en las montañas de Perú, pasando por octogenarios brasileños, y árabes y judíos que ocupan la misma cancha en Jerusalén pero se rehúsan a jugar en el mismo equipo, FÚTBOL DE CALLE cuenta la historia de la gente que sencillamente juega al fútbol lejos de los grandes estadios.