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Benedicto XVI se desplazó al Centro Don Orione de Roma-Monte Mario para bendecir la gran estatua de María "Salus populi romani" -que mira a Roma-, tras haber sido restaurada y colocada de nuevo en lo alto de la colina que domina la ciudad.
La gran estatua de la Virgen, de 9 metros de altura, se había desprendido de su pedestal de 19 metros tras un fuerte temporal el 12 de octubre de 2009. La caída impresionó mucho a las autoridades y habitantes de la capital, muy devotos de la Virgen bajo esa invocación, que pidieron que la imagen volviera a su lugar lo antes posible.
El mismo Benedicto XVI, en un mensaje al Superior General de la Congregación de Don Orione, había expresado el deseo de que "la estatua se volviera a colocar cuanto antes en su lugar para la devoción de todos los romanos".
"Esta estatua -dijo- recuerda los acontecimientos dramáticos y providenciales escritos en la historia y en la conciencia de la ciudad. Fue colocada en la colina de Monte Mario en 1953 para cumplir un voto popular pronunciado durante la Segunda Guerra Mundial , cuando las hostilidades y las armas hacían temer por la suerte de Roma".
"De las obras romanas de Don Orione (San Luigi Orione, 1872-1940, fundador de la Pequeña Obra de la Divina Providencia y canonizado en 2004 n.d.r.), partió entonces la iniciativa de recoger firmas para un voto a la Virgen en la que participaron un millón de ciudadanos. El venerable Pío XII se hizo eco de la devota iniciativa del pueblo que se confiaba a María y el voto se pronunció el 4 de junio de 1944, frente a la imagen de la Virgen del Divino Amor. Ese mismo día tuvo lugar la liberación pacífica de Roma", explicó el Santo Padre.
"En su voto a Nuestra Señora, los romanos además de prometer oraciones y devoción, se comprometieron también en obras de caridad", recordó el pontífice, citando a continuación el lema de Don Orione: "Solo la caridad salvará al mundo".
El fundador de la Pequeña Obra de la Divina Providencia "vivió de forma lúcida y apasionada la tarea de la Iglesia de vivir el amor para hacer entrar en el mundo la luz de Dios" y "dejó esa misión a sus discípulos como camino espiritual y apostólico, convencido de que la caridad abre los ojos a la fe y enciende los corazones de amor por Dios", agregó el Santo Padre.
"Queridos Hijos de la Divina Providencia -concluyó- proseguid la senda carismática que él inicio, porque como decía: "la caridad es la mejor apología de la fe católica, la caridad arrastra, mueve, lleva a la fe y a la esperanza". Las obras de caridad, sea como actos personales que como servicio a las personas débiles ofrecido en las grandes instituciones, no pueden reducirse nunca a un gesto filantrópico, sino ser siempre una expresión tangible del amor providencial de Dios".