internacional
La reunión en la Casa Blanca de Mauricio Macri y
Donald Trump es un nuevo paso adelante para la Argentina
en su camino de reinserción en el mundo.
Una de las principales causas de la decadencia de
nuestro país ha sido su aislamiento desde mediados del siglo
XX. No se trató solamente de políticas que postulaban la
autarquía y el nacionalismo económicos. Ese aspecto, con ser
tan importante, no fue más que una de las manifestaciones
de un fenómeno más vasto. La Argentina mantuvo la
neutralidad durante la Segunda Guerra Mundial. Desde el
golpe del 4 de junio de 1943 esa neutralidad escondía
malamente la predilección de los líderes de ese gobierno de
facto por el Eje. Solo faltando pocos días para el fin de la
contienda, cuando Berlín ya era una masa de escombros, y
por presión internacional, la Argentina le declaró la guerra a
Alemania. Mucho le costó más tarde ser admitida en las
Naciones Unidas.
En los años posteriores hubo marchas y contramarchas,
pero en general nuestro país no fue percibido como confiable
en el escenario internacional. Los tres gobiernos
kirchneristas acentuaron la desconfianza. Se volvió a un
discurso arcaico, se desempolvaron consignas de un
nacionalismo ya perimido y hubo cierta delectación en
“mojarle la oreja” a la mayor potencia del globo. El grotesco
episodio del ex canciller Héctor Timerman abriendo
personalmente con un alicate cajas que contenían material
de uso militar de los Estados Unidos.
Esas bravuconadas no fueron gratis. Sumadas al clima
general de falta de seguridad jurídica, se tradujeron en
escasez de inversiones y de acceso al crédito. El resultado fue
un pronunciado declive económico, en parte disimulado por
los extraordinarios precios que alcanzaron nuestras
materias primas exportables. Hacia el final del ciclo, ni esta
ayuda providencial podía sostener el edificio en ruinas.
Cuatro años de estancamiento del empleo privado fueron el
corolario de tamaños desatinos.
Por eso, entre tantas otras acciones, la reunión con el
presidente norteamericano es auspiciosa. No es necesario
sentir simpatía por Trump ni por sus políticas; sí recordar
que los países no tienen amigos, sino intereses. Claro que
pueden jugar un papel las relaciones humanas. Trump y
Macri se conocen desde hace muchos años. Es una ventaja
que debe ser aprovechada para explorar cuestiones de mutuo
provecho. La Argentina necesita inversiones en
infraestructura y energía; también, que no se le cierren los
mercados para sus exportaciones, como en el caso
emblemático de los limones de Tucumán. Hay que dejar los
ideologismos baratos y privilegiar lo que Alberdi llamaba la
“inteligencia de los intereses”. Solo de esa forma habrá más
inversiones genuinas, única vía para lograr un desarrollo
sostenible y crear empleos de calidad con altos salarios.
Por mucho tiempo nos entregamos a la declamación de
eslóganes, con los resultados que están a la vista.
Cambiamos: ahora nos concentramos en los problemas
concretos y en las soluciones factibles para conseguir en
serio un país con oportunidades para todos.
Por Jorge R. Enríquez
Subsecretario de Justicia de la C.A.B.A.
@enriquezjorge