opinión
El 29 de mayo de 1969 es una fecha que la historia recordará siempre como una página fundamental de la lucha del pueblo contra el autoritarismo reaccionario y sangriento que había usurpado el poder en 1966, derrocando al gobierno democrático y ejemplar de Arturo U. Illia. Ese día se produjo el Cordobazo, una rebelión de la provincia mediterránea contra una dictadura militar impuesta por los intereses de la derecha y extrema derecha, entre las que también se encontraba la burocracia sindical dirigida por el metalúrgico Augusto Vandor que controlaba la CGT oficialista que había sido parte de ese golpe de Estado, al que se debe calificar como un acto supremo de la irresponsabilidad militarista.
Tras el asesinato en Córdoba del estudiante Santiago Pampillón el 7 de septiembre de 1966, la dictadura de Onganía, continuó el aniquilamiento de obreros y estudiantes, como Juan José Cabral, Adolfo Bello, el joven de quince años Luis Norberto Blanco, Hilda Guerrero de Molina y otros, en represiones ilegales en Córdoba, Rosario, Corrientes y Tucumán.
El dictador de turno, Juan Carlos Onganía, era un hombre de capacidad nula pero con veleidades imperiales, que había proscripto las actividades políticas, clausurado el Congreso, arrasado las universidades en la "Noche de los Bastones Largos", aniquilado las libertades, intervenido el poder judicial, entre otras tropelías.
La resistencia al régimen la encabezó la CGT de los Argentinos, que presidía el dirigente obrero gráfico Raimundo Ongaro y que en Córdoba tenía como líderes a Atilio López y Agustín Tosco. Esta era una central pluralista surgida en el Congreso Normalizador Amado Olmos, no reconocido por la burocracia de la central oficialista de la calle Azopardo. La ética de la CGT de los Argentinos se resumía en la consigna "más vale honra sin sindicatos que sindicatos sin honra". Fiel a los poderosos intereses económicos que representaba, Onganía había anulado leyes y otras conquistas sociales y su representante en Córdoba pretendió también anular el sábado inglés.
Mayo de 1969 fue un mes de rebeldías populares contra el régimen y Córdoba se constituyó en el centro de las mismas. Los diferentes sectores obreros de la provincia resolvieron una huelga para el 30 de mayo, pero la CGT de los Argentinos, reunida en Córdoba con su Comité Confederal, aprobó y cumplió una estrategia, para que el paro fuera "activo" y durase 36 horas. No participé en el Cordobazo pues tuve que viajar a Buenos Aires para cumplir otra misión, pero si lo hice como abogado de esa central obrera en el citado Comité Confederal que aprobó la huelga y su plan de movilización. Como lo señaló Tosco, no hubo en el Cordobazo ni espontaneidad ni improvisación ni grupos extraños a las resoluciones adoptadas, como se le ha querido adjudicar a veces para intentar quitarle su dimensión histórica. Se fijaron los lugares de concentración y de las marchas, hasta confluir frente al local de la CGT en la calle Vélez Sarsfield 137.
La movilización obrera, estudiantil y política, fue multitudinaria y en ella participaron sectores de diferentes extracciones, entre los cuales la Unión Cívica Radical jugó un rol importante, como lo reconoció el general Lanusse en su libro de memorias. Las columnas se extendieron por los barrios y el centro de la ciudad. La represión policial a "cualquier precio" le provocó con un tiro en el corazón, la muerte a Máximo Mena, del gremio de Mecánicos, lo que agitó aún más los ánimos de la protesta.
La represión policial fu salvaje pero el pueblo la desbordó y se hizo oír. El resultado fue la caída inmediata del interventor en la provincia Carlos Caballero y dejó malherido al régimen oprobioso del "onganiato" como lo llamó mi amigo el intelectual socialista Jorge Seltzer. El dictador sería obligado a renunciar poco después. Oficialmente se dijo que hubo 14 muertos y unos quinientos dirigentes fueron detenidos, entre ellos el líder sindical Agustín Tosco, quien junto con otros de su gremio fue llevado a la cárcel de Rawson en un itinerario que incluyó las prisiones de Santa Rosa y Neuquén. Muchos de ellos fueron condenados a largos años de cárcel por tribunales militares en parodias de juicios que duraron escasos minutos.
Así se abrió otro capítulo de la lucha popular: el de la liberación de los presos, en el que tuve el honor de defender al secretario de Luz y Fuerza de Córdoba, Agustín Tosco y a otros compañeros como Tomás Di Toffino, Grigaitis, Alberti y Ortiz, después de haber recorrido el itinerario citado de las víctimas hasta que, finalmente, pude entrevistar a Tosco en la cárcel de Rawson y asumir su defensa.
A 43 años de esta gesta de la lucha popular rindo mi homenaje a la importancia de esta movilización histórica del pueblo argentino y a todos los que participaron con valentía en la misma.
Hipólito Solari Yrigoyen
Presidente de la Convención Nacional por la UCR