opinión
Cada día más, los límites entre la vida personal y la vida laboral parecen diluirse. Trabajar en casa, chequear mails antes de tomar el desayuno y programar la reunión desde el auto, ya son hábitos normales de cualquier trabajador. Como contrapartida, las organizaciones están comenzando a valorar los beneficios de crear un clima laboral más amigable, cálido y familiar en la oficina, incorporando funciones y espacios tradicionalmente ligados al tiempo libre como bares, mesas de ping pong, salas para siesta, livings, espacios para bicicletas, y ¡hasta mascotas!
Jugar es la clave
Según el Diccionario de la Real Academia Española, jugar es hacer algo con alegría, con el solo fin de entretenerse o divertirse.
Los adultos necesitan jugar igual que los niños. Los períodos prolongados privados de actividades lúdicas conducen a la depresión en todas las edades. La creatividad es una extensión de nuestro deseo de jugar y de explorar el mundo.
Actualmente, más allá del dinero, para los trabajadores de hoy es importante divertirse en el trabajo y los resultados están a la vista: las empresas que fomentan la cultura lúdica logran un mayor compromiso de sus empleados. La sede de Facebook, por ejemplo, cuenta con salas de videojuegos, fútbol, ping pong, muros para escalada, golf, etc., además de un taller de reparación de bicicletas y un servicio de lavadero de ropa, entre otras cosas.
El juego también puede ser un valioso mecanismo para construir confianza, mejorar la comunicación y fomentar la creatividad porque ayuda a promover una cultura compartida, impulsando la participación y la conexión entre las personas.
Un clima laboral amigable ayuda a mejorar la salud física, psicológica y emocional de los trabajadores, a aumentar los niveles de productividad y a reducir la tasa de ausentismo y bajas por enfermedad. Esto se traduce en empleados más felices y creativos, y en un mejoramiento de la eficiencia y la rentabilidad de la organización. La creación de un ambiente distendido que facilite actividades tradicionalmente asociadas con el ocio y la vida social, que proporcione espacios tales como bares, salas de relax, de siesta o de juegos, que incentive a sus empleados a llevar sus bicicletas, sus patines y hasta sus mascotas, otorga al espacio de trabajo una dimensión personal y territorial que promueve una fuerte identificación afectiva. Esta noción permite apropiarse del espacio y dotarlo de una carga emocional significativa para cada una de las personas.
Por Víctor Feingold, CEO de Contract Workplaces